La llegada de un hijo cambia algunas cosas en la vida de pareja, la mujer emocionalmente se encuentra más apegada al nuevo ser y los cambios en el cuerpo también pueden influir; aunado a esto, existen aspectos relacionados con el parto (principalmente si se trata de un parto natural), tales como los cortes y puntos que se dan en la vagina para facilitar la salida del bebé, la salida de flujo sanguinolento por vagina que se presenta durante las primeras semanas posteriores al parto, y la lactancia, los cuales hacen que el deseo sexual disminuya, pudiendo afectar el nivel de ritmo sexual de la pareja.

Por otro lado, al convertirse en madre las prioridades de la mujer suelen cambiar y las funciones relacionadas con la maternidad se consolidan como primordiales, dejando de lado otros asuntos concernientes a la vida de la mujer, incluyendo su vida sexual, por lo menos durante los primeros meses de desarrollo del niño. Desde el inicio de la maternidad, la mujer cambia en gran medida su estilo de vida, inclusive como efecto de los cambios físicos y fisiológicos que debe afrontar.

También se ha observado que con la maternidad puede presentarse una sensación de descuido ante otras posibilidades de desarrollo del deseo femenino, se mitigan algunas expresiones de la mujer, al asumir las funciones del ser madre. En muchos casos, la maternidad condiciona en la mujer la disminución de deseos y sentimientos. 

Todo lo anterior pudiera repercutir de forma negativa en la calidad de la vida sexual de la mujer, como resultado de la maternidad.